sábado, octubre 09, 2004

Viejos sueños

Es la ironía de la vida. De pequeños, sueños de poder. Sueños sobre el futuro. Cuando no te conoces, cuando no sabes de qué eres capaz, cuáles son tus defectos. Sueños que se derriten y se destrozan con el tiempo. Te vas conociendo por dentro y, poco a poco, te derrumbas, dándote cuenta de que ninguno de los sueños que tuviste de pequeño podrían haber cuajado, porque se regodeaban en tus peores defectos. Tal vez fuesen compensaciones, sueños sobre defectos que me gustaría no tener. Ahora, cuando miro atrás, sólo veo a una niña con la cabeza llena de pájaros y algodones, con una visión del mundo tan irreal que debería haber sido inconcebible. Antes, me creía capaz de todo. Ojalá esos tiempos volvieran.
Me he puesto a pensar en lo que me gustaría haber sido. O, al menos, lo que me gustaría haber sido cuando era pequeña. Uno de los sueños más recurrentes era ser actriz. Estuve incluso en un taller de teatro hace tiempo, durante un año. Ahora me río. Me río, sobre todo por toda esa gente que me describe como introvertida. La timidez, la sensación de empequeñecer cuando estoy frente a mucha gente, las mejillas subidas de color, el ardor en el vientre. ¿Cómo podría haber pensado que quería actuar delante de tanta gente, de poner mi mejor sonrisa y dejarme hacer fotos? Ahora me rio. También quería ser cantante, cuando ahora soy incapaz de tararearle a alguien una canción que pasa por mi cabeza.
Me gustaban cosas en las que necesitaba estar de cara a la gente constantemente. Ahora, ese es uno de mis miedos. Por eso, tan solo uno de mis sueños sigue fijo en mi corazón. El sueño de escribir. Porque no tengo que escribir delante de un público expectante, ni leer el contenido de mis páginas a una masa silenciosa, pensando si los decepcionaré. Tan solo, escribir y escribir, y esperar que a alguien le guste y me suba el ánimo con los elogios. Tan solo esperar en una librería a ver mi obra publicada, y mantener mi rostro alejado de los focos. Tan solo un nombre anónimo metiéndose en los corazones de otros, construyendo y derrumbando mundos, inventando caras, provocando sensaciones. Ésa es mi vocación. No la he descubierto tarde, pero aún así, en el frío rincón de mi habitación, pienso si algún día la gente me leerá, si a la gente le gustará lo que lee. Puede ser que los sueños estén hechos de un material especial, que impidan en mi caso que se lleven a la realidad. El mundo real es muy crudo. Quiero volver a mi niñez despreocupada. Hay veces que, simplemente, no quiero ser yo.


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