Éranse una vez una pareja llamada Sutil y Rumil, que iban juntos a todos lados y vivían toda clase de aventuras.
Una vez esta pareja tenía que ir a la imprenta para un asunto importante. Paseaban por las calles de Granada al anochecer, apresurándose ligeramente para no encontrarse el establecimiento cerrado. Entonces fue cuando quisieron cruzar la carretera.
Un coche cualquiera también quería cruzar esa carretera, pero ¡oh!, se encontraron con Sutil y Rumil. De hecho, casi se lleva a Sutil por delante. Y ellos estaban cruzando bien, con el semáforo en verde y por el paso de cebra. Y Rumil, tan opuesto a Sutil como es, se vengó del automóvil: una patada tan fuerte que metió hacia adentro la puerta del coche imprudente. Y la pareja, que se apresuró a salir de la zona del incidente tan pronto como pudo, oyó los bramidos del dueño del coche afectado, soltando improperios hacia la persona del atrevido Rumil. Pero, dada la cobardía del afectado, el incidente pareció olvidarse y Sutil y Rumil pudieron seguir sus aventuras.