domingo, agosto 07, 2005

El juego de Gerald

"Tres, mi sexo, que está muy bien, y ahí sí que no hay duda.
Ligeramente cuco -un poco demasiado mono, pudieran decir muchos-, pero no muy revelador. Jessie levantó un poco la cabeza, como si pretendiese mirar el órgano en cuestión, pero sus ojos se mantuvieron cerrados. De todas formas, no necesitaba ojos para verlos; llevaba mucho tiempo coexistiendo con aquel accesorio particular. Lo que albergaba entre las ingles era un triángulo de pelo rojizo y rizado que rodeaba una humilde hendidura con toda la belleza estética de una cicatriz mal curada. Aquella raja -un órgano que en realidad pasaba de ser un pliegue de carne guarecido entre unas enmarañadas cintas de músculos- le parecía un imposible manantial mítico, aunque, desde luego, tenía condición de mito en la mente colectiva masculina; era un valle mágico, ¿no es cierto? El corral donde se encerraba incluso a los unicornios más bravíos.
-Madre mía, qué estupidez -articulí, al tiempo que sonreía sin abrir los ojos.
Salvo que no era ninguna estupidez, no del todo. Aquel agujero era objeto de la lujuria de todos los hombres -al menos de los heterosexuales-, pero también era frecuentemente objeto de su inexplicable desprecio, suspicacia y odio. Una no captba esa oscura rabia en todos sus chistes y bromas, pero estaba presente en muchos de ellos y en algunos era protagonista, agudo como un dolor: "¿Qué es una mujer? Un sistema de vida para un coño". "

"Realmente iba a violarla. Sí, señor, chicos, jiu, jiu, jiu, uno no ha gozado verdaderamente de un coño hasta que lo ha tenido dando botes ebajo de uno como una gallina saltando sobre una plancha al rojo."

Tal vez lo que me gusta de Stephen King es la naturalidad con la que habla de algunas cosas.

Me han chocado tanto estos dos párrafos que tenía que compartirlos, aunque no haya terminado el libro. Ya os contaré si acaba igual.


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